Foto: Diegoromch, CC0, via Wikimedia Commons

La elección judicial no fue un “fracaso” para el populismo

La elección judicial fue un fracaso de la sociedad que no pudo o no quiso organizarse y resistir. De ella dependerá si ese fracaso es temporal o permanente.
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No, la elección judicial no fue un “fracaso” para el populismo, ni para la presidenta, ni para AMLO, porque lograron lo que querían: un golpe de Estado técnico sin que a la sociedad mexicana le importe. Un golpe de Estado técnico sin resistencia real o simbólica de la oposición partidista y social. Un golpe de Estado técnico sin que los medios de comunicación pusieran sus pantallas y sus portadas en negro al menos por un día. Un golpe de Estado técnico sin que las universidades, escuelas, facultades de derecho o barras de abogados, hicieran nada que estuviera a la altura de las circunstancias. Un golpe de Estado técnico sin que los organismos empresariales nacionales ni las empresas extranjeras dijeran “esta boca es mía”. Un golpe de Estado técnico sin que nuestros socios comerciales, los organismos internacionales o algún club de naciones se digne al menos a emitir un comunicado. Un golpe de Estado técnico a plena luz del día, transmitido por televisión y radio: “sigamos, amigos, con nuestra programación deportiva habitual, y no olvide que, si el Ejército llega a desalojar el concierto donde está su hijo, a partir de mañana ya no hay juez que lo ampare”.

Si esto, como dice el expresidente Zedillo, ha sido la muerte de la democracia, su funeral estuvo vacío. Nadie dirigió unas palabras en su memoria y nadie le ha pagado ni una esquela o celebrado una misa por su descanso.

México comenzará poco a poco a darse cuenta de qué significa tener un nuevo Poder Judicial. Se dará cuenta de qué significa tener los perfiles más rupestres, oportunistas y venales decidiendo sobre la vida, la libertad y la propiedad ajenas. Se dará cuenta de qué significa que todos los juzgados de su localidad estén bajo el control del mismo partido, del mismo cacique y del mismo cartel, porque ya son lo mismo. Quienes se calman a sí mismos pensando que no les va a pasar nada porque tienen dinero, se irán dando cuenta de que en la jungla los billetes huelen a carnada. Quienes se calman a sí mismos pensando que ya están seguros adentro del movimiento, se irán dando cuenta de que, cuando todos tus enemigos también ya están adentro, no queda dónde esconderse. Quienes se calman a sí mismos pensando que no hay que exagerar y que si uno se porta bien, agacha la cabeza, no dice nada y camina derechito y pegadito a la pared, nada malo les va a pasar, bueno… qué les digo.

Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum Pardo y un grupo verdaderamente minúsculo –no creo que pasen de mil personas, entre perpetradores y cómplices con poder– han puesto a un país de 130 millones, la doceava economía del mundo y vecino y principal socio comercial de Estados Unidos, a las puertas, no de la tiranía, sino de algo peor: el dominio arbitrario de unos sobre otros, el “estado de la naturaleza” de Hobbes, en el que, como dijo en El Leviatán: “no hay industria, porque sus frutos son inciertos, no hay cultura de la tierra, ni navegación, ni comercio, ni edificios comunes, ni instrumentos, ni herramientas, ni caminos, ni transporte, ni arte, ni cultura, ni letras, solo el continuo temor a la muerte, porque en ese estado natural la vida es solitaria, pobre, grosera, embrutecida y corta”.

Lo han podido hacer porque 130 millones de mexicanos estamos divididos profundamente, desorganizados, desinformados, indiferentes, ignorantes, manipulados y, sobre todo, asustados. Lo han hecho, sobre todo, porque los liderazgos de las organizaciones políticas, empresariales, sociales, académicas, periodísticas y profesionales están desconectados entre ellos, desconectados de su valor y sus valores y, sobre todo, desconectados de la sociedad a la que deberían servir. Con la nariz metida en sus grupitos de WhatsApp, nuestras élites pasan del “no pasa nada, ella es científica y progresista” al “bueno, ya estamos aquí, ahora hay que encontrar las oportunidades”. Otros, en otros chats, las encontraron antes, y las están aprovechando a lo grande desde 2018. Si eres lo suficientemente grande y no estás en la lista de invitados a esa bacanal, significa que –tarde o temprano– estarás en el menú.

El primer paso después de una catástrofe es entender qué pasó, crear un sentido y un relato común de lo que sucedió. El régimen nos lo va a negar, diciendo que este golpe de Estado técnico fue un triunfo arrollador del pueblo. Lo que no podemos hacer es, por miedo, oportunismo o abandono, negarnos a nosotros mismos la verdad. No, la elección judicial no fue un fracaso de la presidenta, del expresidente o de su partido. Fue un fracaso de la sociedad que no pudo o no quiso organizarse y resistir. Y de la misma sociedad dependerá si ese fracaso es temporal o permanente. Si creemos que ya tocamos fondo, recordemos lo que dijo la valiente escritora disidente turca Ece Temelkuran: “en política no existe esa superficie resistente que llamamos ‘fondo’ y aun si uno cree que su país llegó al punto donde no se puede bajar más, no hay razón para pensar que no se puede quedar ahí por mucho tiempo”. ~


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