Poeta parco

Después de tres lustros sin publicar poesía, Julio Hubard sorprende con “Foramen”, un libro de riqueza léxica sin igual en donde los juegos del lenguaje y la voluntad de la forma exigen una lectura activa que se ve recompensada al descubrir los giros inusuales del idioma.
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Faulkner hizo un juicio injusto, pero exacto, sobre Hemingway: “Leyéndolo, nunca te hará falta un diccionario.” Su polo opuesto está en Foramen de Julio Hubard (Agálmata Ediciones, 2025, 120 páginas).

No es un libro para el lector perezoso que deja pasar las palabras que no entiende, en vez de recurrir a un diccionario. La necesidad de hacerlo comienza por el título. La palabra foramen en latín denominaba un hueco, natural o artificial: agujero, abertura, salida, poro, ventana, balcón (Raimundo de Miguel, Nuevo diccionario latino-español etimológico). Al español llegó tal cual, pero tardíamente y con significado restringido. El DRAE de 1791 la registra por primera vez: “sustantivo masculino. El hoyo o taladro de la piedra baja de la tahona por donde entra el palahierro”. El DRAE de 2014 recupera el significado amplio: “Agujero, orificio o taladro.”

Pero foramen casi no se usa más que para los agujeros de las vértebras que forman el canal raquídeo por los que pasa la médula espinal. O el foramen magno de la base del cráneo, donde desemboca la columna vertebral. Sin embargo, la palabra foramen existe, suena bien y se presta al uso lúdico que excluye a los lectores perezosos.

Julio Hubard es un poeta más conocido como ensayista. Ha sido parco al publicar libros de poesía, todos de primera:

1980 Presentes sucesiones (FCE).

1992 Una turba de gente adorable (UAM).

2009 Hacéldama (Conaculta).

Y ha esperado 16 años para publicar Foramen, que parece el mejor. Es un libro de poemas aventurados y complejos, donde los lectores reconocerán vivencias inusuales, sutiles o profundas, expresadas en un lenguaje sorprendente.

Los poemas de Foramen tienen en común la voluntad de forma. Por lo demás, son muy variados: Imprecaciones bíblicas (“Exordios”). Reflexiones al subir por la ropa al tendedero (“Sic itur”). El espectáculo imponente del sol que se refleja en los cristales de hielo de las nubes, como si fueran tres soles (“Parhelio”). Una larga divagación sobre lo prístino del mundo que resplandece, a pesar de todo, en la playa mercantilizada (“Simonía”). Un episodio de telenovela mitológica, con suspense y toda la cosa (“Egisto, mientras tanto”).

En el libro, abundan las palabras inusuales: Alcazuz (planta medicinal). Anfíbraco (pie de la métrica griega). Arrendajo (córvido europeo). Bocacaz (abertura para que salga una porción del agua de una presa). Encendaja (ramitas y otros materiales que sirven para encender una fogata o un horno rústico). Fluorescer (irradiar fluorescencia). Grappa (aguardiente de orujo). Muz (del italiano muzo ‘hocico’, estuvo en el DRAE). Orozuz (planta medicinal). Rabazuz (extracto de la raíz de orozuz). Rabihorcado (ave tropical). Rizófago (que se alimenta de raíces). Regaliz (planta medicinal). Secatura (insulsez, fastidio).

Pero también abundan las palabras que parecen creadas sobre la marcha con desparpajo lúdico: bebiento, cucarrón, jobote, magnapínida, mojojoy, vaiviniendo. A sabiendas y a ignorandas.

Magnapínida es una palabra nunca antes usada. El poema que lleva ese título la usa cinco veces en un contexto revelador de que deriva del nombre de la glándula pineal. La conexión del cuerpo y el alma (la sustancia extensa y la pensante) fue una cuestión central para Descartes. Postuló que operaba por medio de la glándula pineal: Oeuvres de Descartes, ed. Adam et Tannery, Vrin, 1996, XI, Passions de l’âme, art. 31, p. 351: “Que hay una glandulita en el cerebro, en la cual el alma ejerce sus funciones, más particularmente que en las otras partes [del cuerpo].”

El poema de Hubard fantasea con la idea de haber visto la sustancia pensante:

MAGNAPÍNIDA

el alma
es una magnapínida brillante, que
fluoresce. La vi
levantarse desde el agua una noche en
las Azores […]

Foramen incluye un divertimento que se da el lujo de ser un soneto perfecto, armado con endecasílabos agudos, arabismos, herbolaria y palabras rebuscadas (literalmente), con búsquedas tercas de la felicidad exacta de una frase.

OROZUZ

Son puras diferencias de matiz:
el jugo del que sacan alcazuz,
que algunos denominan rabazuz:
lo mismo a lo que llaman regaliz.

    Se trata de la misma fea raíz
que venden en pastillas de orozuz;
es cosa de meterlo por el muz
y comienza a moquearte la nariz.

    La planta que cosechan con la hoz,
se apila, cruda, ruda y montaraz,
y macera su negra turbidez.

    Si la cocción se excede es una coz:
se vuelve la nariz un bocacaz
que drena hasta el cerebro flacidez.

Para terminar, un poemita formidable de seis versos pentasílabos, que no requieren diccionario, sino sensibilidad de lector:

FAIR PRAYER

Mira que rezo
decentemente
ni pido más
ni cosas locas
como volar
o ser amado. ~


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